Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

miércoles, 25 de abril de 2012

LOST IN TRANSLATION (***) - Un final de “momento Santori”


Un final de “momento Santori”

Se esperaba con entusiasmo la segunda película de Sofía Coppola, sobre todo tras la grata sorpresa que supuso su anterior trabajo ("Las vírgenes suicidas"), pero a los que confiábamos que diera un gran paso de calidad cinematográfica nos ha decepcionado un poco.

La hija del famoso director de la saga de "El Padrino" nos presenta, en esta ocasión, un buen guión -se llevó el Oscar- muy original, pero un tanto espumoso, bastante bueno al principio pero que decae según se acerca el final. El protagonista del filme es Bob Harris, un actor americano -interpretado de manera soberbia por Bill Murray en un papel literalmente hecho a su medida- cuya mejor época pasó hace más de veinte años, que llega a Tokio a anunciar el whisky japonés Santori y se encuentra, en el hotel en el que se hospeda, con Charlotte, una chica joven -Scarlett Johansson, con una actuación a la altura de la de Murray- desatendida por su marido, un fotógrafo volcado en su trabajo. Ambos personajes comparten sus respectivas soledades y frustraciones con el impresionante e inusual decorado de la ciudad de Tokio, que actúa como un personaje más de la película, ya que la excelente fotografía (inmensos rascacielos, sorprendentes anuncios luminosos, tranquilos templos...) y la vertiginosa vida de la capital nipona (el karaoke, las discotecas, las tiendas, etc.) le dan un toque tremendamente especial a la historia.

Si bien esta atípica historia de amor cautiva al principio, cuando nos presenta las miserias de los personajes -el fracaso de Bob en su vida matrimonial y como actor o la inseguridad de Charlotte sobre su futuro, entre otras-, según avanza la película nos encontramos con aspectos mal resueltos (la elección de Giovanni Ribisi no convence nada como marido de Charlotte) que son coronados con unos últimos minutos un tanto insulsos que conducen a un final simple y soso. Es una verdadera lástima que esa última parte de la película consiga deslucir el resto y dejarnos con un regusto amargo porque, hasta esos momentos finales, Sofía Coppola nos regala un puñado de escenas y detalles de lo mejor que se puede ver en un cine en la actualidad (por ejemplo cuando la pareja protagonista sale de fiesta con amigos de ella, el guiño que hace con la estúpida actriz rubia que recuerda a Cameron Díaz o las escenas de Charlotte en silencio en la habitación...), aunque, como diría el personaje de Murray, “un momento de relax es un momento Santori” y el último rato es, sin ninguna duda, de “momento Santori”, pero no precisamente por el relax.

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