Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

viernes, 19 de abril de 2013

El abuelo B.

Nos ha dejado el abuelo B. hace unas horas. Yo sé que su familia (en especial V.) le va a echar mucho de menos, y yo, aunque no soy familiar suyo, también. Por eso he querido escribir este pequeño homenaje desde aquí. Lo normal es que durante tu vida las relaciones de pareja que entables hagan que te encuentres con la adquisición de familiares “postizos” (como cuñados, yernos, suegros, primos, tíos, abuelos…) con los que puedes tener una relación más o menos estrecha según los casos, tanto que incluso en ocasiones hasta los consideres como si fueran tuyos de verdad. El abuelo de V. era eso para mí, simplemente “El abuelo” cuando hablábamos de él, básicamente porque lo adopté como tal (o él lo hizo conmigo) desde que le conocí hace ya  bastantes años.


Para que el que lo lea se haga una idea, el abuelo B. era físicamente la versión en carne y hueso de Carl Fredricksen, el encantador vejete cascarrabias de la peli “Up”, siempre paseando por el pueblo castellano que le vio nacer, crecer y vivir, y en el que ahora descansará para siempre. B. era conocido por sus sobrenombres “cabezacarro” (en su pueblo a su familia la apodan así por su terquedad) y “el ermitaño” por haber sido durante muchos años el encargado (junto a su esposa, M.) de cuidar y adecentar la ermita del pueblo (una verdadera preciosidad), situada en las afueras de la localidad. La vinculación con la ermita es tal en la familia que yo mismo también me siento ligado emocionalmente a ella, y todas las veces que he ido al pueblo (que han sido muchas) he pasado por allí. Además de la ermita, B. también fue pastor (y representante del gremio a altos niveles) y encargado del guardarropa de la discoteca del pueblo (cuando en esa discoteca, como en otras tantas de pueblos de España, actuaban figuras nacionales de alto caché).


El abuelo B. era muy suyo y bastante peculiar (para bien, por supuesto), aunque supongo que como todos los abuelos, personas que al tener muchos años han acentuado sus manías hasta convertirse en gente muy particular. El abuelo llevaba gafas de pasta de culo de botella, pero le gustaba cambiar, no porque fuera a la moda si no porque no había tirado ninguna desde hacía años y cuando le daba el punto se ponía las primeras que encontraba (incluso las gafas de cerca de su mujer, fallecida años atrás), afirmando con vehemencia que "con estas veo mucho mejor". Al abuelo no le gustaba repetir comida de la mañana a la noche ni de un día a otro, llevaba gorra y chaqueta de lana en cualquier época del año y siempre iba acompañado de su bastón, no le gustaba tomar alcohol alguno (era muy divertido cuando te contaba que esperaba en la calle al compañero de paseos mientras éste se tomaba sus “vinitos” dentro del bar) y era muy crítico con lo “frescas” que salen algunas mujeres en televisión. Siempre llevaba “titos” (huesos de picotas o de cerezas o frutas similares) para refrescarse la boca cuando ésta se le secaba (“que tiemble Frigo” decía uno de sus yernos) y cuando terminaba con la comida (platos limpios como recién lavados) decía “ya no quiero más”. Sus despistes eran proverbiales (a veces se dejaba las llaves de su casa puestas) y unido a que en los últimos años veía cada vez menos, era frecuente que se le extraviaran cosas incluso delante de sus propias narices, y entonces culpaba (injustamente, pero de manera cómica) a las chicas que mantenían limpia y recogida su habitación en la residencia del pueblo en la que vivía.

Allá donde la vida me lleve, siempre tendré conmigo el recuerdo de la grata experiencia que ha sido conocer al abuelo B. Un beso enorme para la familia y amigos, y en especial para V.


2 comentarios:

  1. Muchas muchas muchas gracias, no sabes lo extremadamente agradecida que te estoy, no tengo palabras...y bueno, he tardado unos días en escribir porque cada vez que lo leo me pongo a llorar como si no hubiese fin..pero bueno...

    Hoy hará una semana..qué rápido, ¿verdad?

    He decidido comentar desde la oficina así, por un lado, me motivo a no llorar mientras escribo, jajaja, y por otro, me evado de esa super jefa que me ha tocado en (des)gracia, que hace que días como hoy tenga ganas de gritarle, peeeeeeero, pienso que la vida personal está por encima de la profesional y que hay cosas que son importantes de verdad (como el abuelo) y cosas que son ciscunstanciales. J. es ciscunstancial en mi vida...y pasajera (por fortuna o por desgracia)
    Por cierto, idea para que escribas "gente que finge que está trabajando mientras en realidad se ha ido a casa a echar la siesta" "ingenieros de teleco ¡con título! y menos de 35 que no saben cambiar el color de fuente de un texto...y llegan a jefes, en Telefónica, por supuesto"...En fin....

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  2. Muchas de nadas, pero ya sabes, querida V., que es lo menos que el abuelo B. se merecía. Ha sido un placer conocerle y, aunque el tiempo te parezca que pasa muy rápido, lo importante es que su recuerdo siempre vaya con nosotros. Un beso enorme.

    P.D. Respecto a esas secciones que propones, acepto colaboraciones ajenas al blog, como la tuya, jajaja.

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